miércoles, 27 de noviembre de 2013

El tartagate de Yolanda Barcina

Hace poco más de un año se llevó a cabo una protesta contra el TAV que consistió en lanzar unas tartas sobre la cara de Yolanda Barcina, la presidenta del Gobierno de Navarra. A la pobre Yolanda aparte de estropearle el inmaculado maquillaje, se la vio tambaleante con la cara llena de merengue.

Ahora, un año después, se han juzgado esos hechos y se ha condenado a los culpables a dos años de prisión a los autores, y a un año de prisión al coautor. Y ha sido poco, ya que el fiscal pedía 4 años de cárcel y la acusación particular elevaba la petición hasta 9 años de prisión para los autores.

Y tanto el fiscal cómo la acusación pretendían una condena por un delito de atentado a la autoridad.

Al margen del proceso judicial por estos hechos, la que realmente ha salido perdiendo por este juicio ha sido Yolanda Barcina. La presidenta del gobierno de Navarra está pringada hasta las orejas en el caso del expolio de Caja Navarra y ha sido librada por la Fiscalía. Y en medio de estas actuaciones judiciales lamentables, junto con otras como la sentencia del Prestige, donde parece que tiene menos valor ensuciar la costa cantábrica que mancillar el maquillaje de la Barcina, ha salido este juicio, que considera atentado esta acción.

Si Yolanda Barcina hubiera sido una política a la altura de las circunstancias hubiera tratado esta protesta de forma política, evitando el proceso judicial, ya que de eso se trataba, de un tema político. Si Yolanda no fuera una patética politiquilla hubiera salido airosa de este asunto, pero no, Yolanda es una política de segunda categoría.

Yolanda, en vez de haber dado una respuesta política al asunto, ha optado por la vía judicial, por la criminalización de la protesta. Y ha creado cuatro presos políticos, ya que ha sido incapaz de dar una respuesta adecuada a la protesta, optando por la vía de acallar las ideas por la represión.

Esto es al parecer lo que nos espera de nuestros políticos, incapaces de dar respuestas, refugiados en su cargo político, remodelan la ley a su anto
jo para protegerse de la plebe, esa que no puede luchar contra las mayorías políticas propias de la partidocracia y se ve obligada a tener que protestar de otras formas, formas que también se quieren cortar, mediante la criminalización, como la nueva ley mordaza que prepara el Gobierno del Reino de España, o mediante la amenaza de condenas ejemplares, como el tartagate de la Barcina.

Patéticos políticos, temerosos de la sociedad, aislados en su poltrona, últimos coletazos de su poder, ya que cuanto más se alejan de la sociedad, más se acerca su fin.

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