Hace unos días, los de Podemos se han unido al carro de la sanción por encima de la educación, creando una mamarrachada para incluir como "delito de odio" las ofensas al colectivo de colectivos LB-GTI, ese colectivo de aceites insolubles, hasta tal punto que cada subcolectivo que se une al mismo mantiene su sigla propia, con el único punto en común del odio al heteropatriarcado opresor.
Y en esa proposición han utilizado el mayor elemento liberticida existente, el de la sanción administrativa, ese contra el que muchos nos rebelamos en su día ya que supone una coacción contra la libertad mucho mayor que cualquier otro. Ese que implica que, de entrada, eres culpable y recibes tu sanción, y si te consideras inocente, tendrás por delante años de lucha, a un coste superior a la sanción que te han impuesto, y que has adelantado religiosamente por pago voluntario con descuento o vía embargo de la hacienda correspondiente, para que, aunque ganes, se te quede cara de tonto.
A mi modo de ver, se trata de una persecución implacable a la gira de Bertín Osborne con Arévalo, y estoy seguro que en el momento en el que incluyan los chistes de gangosos como delito de odio, se dará por finalizada dicha gira, al perder el 50% restante de su capacidad chistosa el dúo humorístico del guapo y el feo una vez retirados los chistes de "mariquitas".
Bromas aparte, otros que han defraudado. Otros que, intentando ocultar su incapacidad de educar a la gente en libertad, optan por el camino fácil del buenismo bajo sanción. Otros que abrazan las tesis orwelianas de crear una imagen de sociedad buena mediante el castigo a lo incorrecto. Otros que ponen su granito de arena para cambiar el nombre del Ministerio de Interior, por el más correcto del Ministerio del Amor.
Dentro de no mucho, no se podrá contar el siguiente chiste:
- Manolo, anda, dame un besito.
- No.
- Venga, Manolo, no seas estrecho, dame un besito.
- Que no.
- Jo, Manolo, pero si todas las parejas lo hacen.
- ¡Pero no las de la Guardia Civil!
Ya que contiene un triple combo, acoso sexual (odio de género), homosexualidad (odio al colectivo de siglas) y guardias civiles (que seguro que está penado, como mínimo por terrorismo), de manera que aunque no fuera a la cárcel, al menos una sanción de 900 € (a 300 por cada combo) me caía.
Nos estamos cargando la libertad a base de buenismo de salón, obviando el hecho de que las conductas erróneas no se corrigen así, sino que tan sólo se ocultan. Ya sólo nos faltan las cámaras del Gran Hermano para controlar nuestra intimidad... ah, no, que hemos sido más listos aún y en vez de que nos grabe la cámara del Gran Hermano, subimos un reporte diario a Facebook, Instagram y otras redes sociales de nuestras vidas, sin olvidarnos de poner nuestra localización exacta, esa que llevamos en el bolsillo en forma de SmartPhone.
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