Llevamos escuchando tanto a Mariano Rajoy como a sus ministros desde el principio de la legislatura, pero más aún en estos tiempos en los que se aproximan las elecciones diversos mensajes lanzados a sus votantes que no resisten el mínimo análisis. Cuando los escuchas, lo primero que piensas es en la gilipollez mental que asola a quien ha soltado semejante soplagaitez, pero luego te das cuenta que el mensaje cala en cierta parte de su electorado, y ves que no se dirigían a ti.

Y es que en realidad, no hay tema que se les resista. Con el asunto de los refugiados De Guindos se ha soltado la melena (figuradamente) con un "los refugiados son también una oportunidad económica". ¿Y los 6 millones de parados que son? ¿Un lastre? Generalmente la derecha se mueve ambiguamente en el tema de la inmigración entre el "vienen a pagarnos nuestras pensiones" y el "vienen a quitarnos el trabajo" manteniendo activos e incluso simultáneamente los dos discursos, como ahora si comparamos las de De Guindos con cualquier tontada que pueda sacarse de la hemeroteca reciente de los bocachanclas Maroto el de la supermegaboda o Albiol, Mister Proper.
Buscamos a Soria y su "hay margen para bajar la luz más de lo previsto" cuando se debe el 35% de los ingresos comprometidos por su reforma eléctrica a las energías renovables, y no se acaba de liquidar todavía 2014 y las eléctricas anuncian beneficios récord y se te queda cada de imbécil. Pero ¿qué sabrá sobre esto el votante sin estudios que cree que o el PP o el caos? Ese que lleva 3 años en el paro, pero que achaca su situación al gobierno anterior (que en realidad era como el presente) y que está convencido de que sólo la derecha puede arreglar la situación, a pesar de que en 4 años no haya hecho nada para lograrlo, o ese pensionista que ya no llega a fin de mes porque no le suben la pensión pero sí los medicamentos, pero se consuela porque Dios aprieta pero no ahoga.
El PP maneja el discurso del miedo, ese que habla de que los logros obtenidos en estos años se caerán si no siguen ellos en el poder, y agita el fantasma independentista o bolivariano. Maneja el discurso de la mentira descarada, grotesca, patética. Habla de una recuperación que no se ve en la calle, habla de unos logros inexistentes, intentando hacer pasar por bueno un claro suspenso diciendo que otros hubieran sacado un muy deficiente.
Y los gilipollas a los que va dirigido su discurso, se lo creen, ya que está hecho a su medida.
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