Recuerdo con nostalgia aquellos tiempos en los que el PSOE gobernaba con Zapatero y habíamos comenzado la crisis, y la solución propuesta para minimizar los efectos de lo que se denominaba eufemísticamente "ligera desaceleración económica" fue el Plan E.
En aquella época los mayores zurriagazos se los llevaba el sector de la construcción y todos mirábamos con una medio sonrisa a aquel amigo que había dejado de estudiar por el dinero fácil que le proporcionaba la obra, aquel alicatador que mientras estudiábamos lucía BMW, rubia y piso, mientras acudíamos a la universidad en nuestro Corsa, sin tiempo para novia y viviendo hacinados en un piso de estudiantes.
Y aquel Plan E era un complemento al circo de Fernando Alonso, Nadal, los éxitos de la Roja. El pan aún no escaseaba y parecía que con aquella inversión pública pasaríamos la crisis. Y la discusión que manteníamos era sobre si se trataba de gasto o inversión aquel Plan E.
Pero el Plan E se acabó, y el pan empezó a escasear. Poco a poco, progresivamente, veíamos que teníamos que ir prescindiendo de pequeños lujos. Ya no cambiábamos de coche, las vacaciones eran más cerca, no salíamos a cenar. La calidad de la educación de nuestros hijos disminuía, aumentaban los costes en particulares. Aumentaba el coste de sanidad. España se llenaba de radares y controles de tráfico. Si torcías la cabeza demasiado te caía una implacable multa, multa cada vez más cara.
El sueldo se congelaba. Tu mujer, tus hijos, veían que eran despedidos. Los ingresos de las familias disminuían a la vez que aumentaban sus gastos. El fantasma de la deflación sólo existía en las cabezas de los dirigentes del BCE, porque el poder adquisitivo disminuía al mismo tiempo que aumentaban los impuestos y los gastos sociales.
Empezaba el miedo. Miedo a que te bajasen el sueldo, a que te pusieran una multa, a que te despidieran, a que dejasen de pagarte por la energía de tu central solar, a que el banco ejecutase alguna deuda inexistente, a que subieran los costes de la hipoteca, miedo a cada consejo de ministros.
El pan empezaba a escasear y la gente dejaba de interesarse por el circo. Los ciudadanos empezaban a ver el bosque detrás de los árboles de la pantomima del bipartidismo, detrás de los árboles de macroprocesos fantasma por corrupción que nunca llegaban a nada, detrás de reformas fiscales que bajan los impuestos pero reducen las deducciones, detrás de los recortes, y nos hemos encontrado con un bosque de expolio masivo, de corrupción generalizada, de abusos propios de repúblicas bananeras.
Y con las elecciones europeas saltó el hartazgo. Unas elecciones anodinas, sin interés, demostraron que los europeos están literalmente hasta los cojones. Inglaterra, Francia, Grecia, Italia o España han abierto una brecha, la brecha de la indignación y la desafectación. Una brecha para derribar las antiguas estructuras, estructuras que se creían sólidas y que están fallando desde los cimientos.
En España no hemos tenido tiempo a anestesiarnos con el fútbol, porque han eliminado a España a las primeras de cambio del mundial, y encima, como decían ayer en la SER, por culpa de los catalanes, que los del Barça al parecer han venido bajos de forma. Hiriendo sensibilidades.
Y ayer tuvimos la patochada de princesitas y reyezuelos saludando desde el balcón de la Plaza de Oriente, desde donde el anterior jefe del estado se dirigía al pueblo, y digo anterior porque el tal Juan Carlos aún no se ha retirado, que sigue siendo rey y no me sale de los cojones reconocer a su hijo como jefe del estado.
Ya no queda más circo, señores, y el pan escasea. Hemos abierto una brecha y desde que se ha abierto se están retratando. Se ha retratado el bipartidismo, los medios de comunicación, la monarquía. En su miedo se han retratado de forma patética y han definido las lineas. Nos venden el bipartidismo con el ejemplo de Alemania... cuando odiamos el ajusticidio de la Merkel, nos venden renovación... poniéndonos dos reyes, nos venden recuperación... intentando aumentar el PIB sumándole la economía sumergida, nos venden transparencia.... a base de indultos a los suyos. A los suyos. A los que ya se han retratado.
Recuerden, la ausencia de pan y de circo nos ha desanestesiado estamos viendo lo que hay detrás de los árboles, un bosque caduco que hay que talar. Y que vamos a talar, porque esto no es sólo en España, es en toda Europa.
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El sueldo se congelaba. Tu mujer, tus hijos, veían que eran despedidos. Los ingresos de las familias disminuían a la vez que aumentaban sus gastos. El fantasma de la deflación sólo existía en las cabezas de los dirigentes del BCE, porque el poder adquisitivo disminuía al mismo tiempo que aumentaban los impuestos y los gastos sociales.
Empezaba el miedo. Miedo a que te bajasen el sueldo, a que te pusieran una multa, a que te despidieran, a que dejasen de pagarte por la energía de tu central solar, a que el banco ejecutase alguna deuda inexistente, a que subieran los costes de la hipoteca, miedo a cada consejo de ministros.
El pan empezaba a escasear y la gente dejaba de interesarse por el circo. Los ciudadanos empezaban a ver el bosque detrás de los árboles de la pantomima del bipartidismo, detrás de los árboles de macroprocesos fantasma por corrupción que nunca llegaban a nada, detrás de reformas fiscales que bajan los impuestos pero reducen las deducciones, detrás de los recortes, y nos hemos encontrado con un bosque de expolio masivo, de corrupción generalizada, de abusos propios de repúblicas bananeras.
Y con las elecciones europeas saltó el hartazgo. Unas elecciones anodinas, sin interés, demostraron que los europeos están literalmente hasta los cojones. Inglaterra, Francia, Grecia, Italia o España han abierto una brecha, la brecha de la indignación y la desafectación. Una brecha para derribar las antiguas estructuras, estructuras que se creían sólidas y que están fallando desde los cimientos.
En España no hemos tenido tiempo a anestesiarnos con el fútbol, porque han eliminado a España a las primeras de cambio del mundial, y encima, como decían ayer en la SER, por culpa de los catalanes, que los del Barça al parecer han venido bajos de forma. Hiriendo sensibilidades.
Y ayer tuvimos la patochada de princesitas y reyezuelos saludando desde el balcón de la Plaza de Oriente, desde donde el anterior jefe del estado se dirigía al pueblo, y digo anterior porque el tal Juan Carlos aún no se ha retirado, que sigue siendo rey y no me sale de los cojones reconocer a su hijo como jefe del estado.
Ya no queda más circo, señores, y el pan escasea. Hemos abierto una brecha y desde que se ha abierto se están retratando. Se ha retratado el bipartidismo, los medios de comunicación, la monarquía. En su miedo se han retratado de forma patética y han definido las lineas. Nos venden el bipartidismo con el ejemplo de Alemania... cuando odiamos el ajusticidio de la Merkel, nos venden renovación... poniéndonos dos reyes, nos venden recuperación... intentando aumentar el PIB sumándole la economía sumergida, nos venden transparencia.... a base de indultos a los suyos. A los suyos. A los que ya se han retratado.
Recuerden, la ausencia de pan y de circo nos ha desanestesiado estamos viendo lo que hay detrás de los árboles, un bosque caduco que hay que talar. Y que vamos a talar, porque esto no es sólo en España, es en toda Europa.
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Si quieres conocer más sobre mí, puedes leer mis novelas, Puedes informarte aquí. de estilo variado, desde el humor de "Por un puñado de polvos" hasta el género fantástico de "La muerte de Adam", pasando por la novela policíaca de "Crimen perfecto" o "El sueño español, sí se puede", sobre la corrupción en España, recientemente publicada. O mi última novela, "El final de la cuenta atrás" sobre la posibilidad de un ataque nuclear sobre Nueva York.
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