Ayer Alberto Garzón, postulante de Izquierda Unida, se descolgó con una frase demoledora, me imagino que dirigida a sus bases, sobre el sistema eléctrico español. Se debía nacionalizar. Lo dijo así, sin más, en un alarde de neocomunismo que se debería analizar de forma más precisa, ya que el mercado eléctrico es muy peculiar.
La principal particularidad del sistema eléctrico es que las inversiones referentes a las infraestructuras eléctricas son muy caras, pero a su vez tienen una vida útil muy alta. Sólo así se consigue un precio de la energía asumible. Una central nuclear, un parque eólico, una central de ciclo combinado, una red de distribución, cuesta un buen número de millones de euros, pero también tienen utilidad en el tiempo enorme.
Si partimos de la base de un sistema totalmente privado, nos encontramos con un choque de tecnologías. Así pues, una empresa por ejemplo crea un embalse con una central hidroeléctrica y una red de distribución. Da energía a sus clientes hasta que aparece otra empresa y al lado del embalse instala una central de carbón, que es el combustible más barato y estable de precios que hay. Hace su linea de distribución y se come al de la central hidroeléctrica.
Ahí comenzó la primera regulación, la necesidad de garantizar la seguridad de las inversiones, ya que si no, teniendo en cuenta que para poder ofrecer energía asumible a sus clientes se debía plantear una inversión a muy largo plazo, para que alguien hiciera el embalse o la central de carbón, se debía garantizar que recuperaría en el tiempo y con creces la inversión realizada. Si no, obviamente, no la haría.
Pero nos encontrábamos con que los clientes alrededor del embalse tenían la energía relativamente barata, mientras que en medio de la meseta, alejados de los grandes ríos, lejos de las centrales de producción, la energía no llegaba o era cara. Había que regular los precios de la energía. Ahí apareció la segunda regulación, la orientada hacia el cliente.
¿Qué era lo más interesante de utilizar? Pues aprovechando que el estado quería emprender un plan nuclear para hacer bombitas, se habían hecho centrales nucleares. También había que aprovechar los planes de lucha contra la pertinaz seguía, y había hidroeléctrica. Y se completaba con las centrales de carbón. Éramos prácticamente independientes en el tema energético, pero caros. Había que introducir gasóleo en las islas y plantearse el uso del gas. Y no podíamos obviar las fuentes renovables que nos otorgan independencia sin contaminar. Y ahí apareció la tercera regulación, la referente a la estrategia energética del país.
Se comprueba entonces que el mercado privado es imposible y que debe estar regulado para poder ofrecer un servicio social. Y la regulación es un arma muy interesante para el regulador, ya que permite orientar minimizando el riesgo, el mercado eléctrico, y conseguir energía universal, barata y minimizando los riesgos financieros y de fuentes de energía.
Si se hace mal, pasa lo que ocurre en la actualidad. La energía no es universal, es cada vez más cara, peligran grandes volúmenes de inversiones y ha aparecido el riesgo de depender del gas.
¿La opción es la nacionalización? La nacionalización significa que el estado se hace cargo de los sistemas de producción, de transporte y de distribución, haciendo llegar al usuario la energía y cobrando una tarifa por ello (o no, si se considera que al ser público no debe existir copago...)
Pues bien. El mercado eléctrico a futuro pasa por la generación distribuida, con autogeneradores que producen su energía e interaccionan con la red, disminuyendo paulatinamente la dependencia de los grandes centros de producción y de las redes de transporte, y potenciando la interacción entre redes de distribución autosuficientes, interacción que se realizará a través de las redes de distribución (coche eléctrico y ferrocarril principalmente) y sistemas de intercambio entre redes anexas. Este sistema es en esencia más barato que el actual por dos razones: se minimizan las pérdidas por transporte y se divide el riesgo financiero y energético entre muchos inversores.
¿Cabe este sistema dentro de un sistema nacionalizado? Obviamente no. Nadie va a invertir en paneles solares en su tejado o en un parque eólico para dar energía a su factoría en un sistema público o cuando el estado pone los precios de la energía... ¿para qué hacerlo?
¿Como se puede acometer este nuevo sistema? Mediante la regulación adecuada, que anime a los pequeños inversores a colocar centrales de cogeneración, paneles solares, instalaciones eólicas e instalaciones de acumulación en sus viviendas y factorías y que sea capaz de crear nuevos reguladores de distribución que sean capaces de distribuir la energía de forma eficiente.
La regulación del sistema eléctrico se debería hacer para situarlo en las antípodas de lo que tenemos ahora. En el libro "El sueño español, sí se puede" al que puedes acceder desde este enlace explico claramente cómo poder regular el sistema eléctrico.
a) Salida de las centrales ya amortizadas (las afectadas por los costes de transición a la competencia, o sea, toda la nuclear, el carbón y gran parte de la hidroeléctrica) del mercado libre y determinar una rentabilidad razonable para ellas.
b) Establecer una metodología para la salida voluntaria del régimen especial de las centrales actuales, que es muy sencilla, basándola en no conceder nuevos puntos de conexión y permitiendo la repotenciación de las plantas existentes a cambio de la entrada en el régimen de subasta eléctrica. Ya tienes las centrales actuales revalorizadas e inversores dispuestos a comprarlas y a salir del régimen especial.
c) Liberalizar el régimen ordinario para la energía no comprometida en el régimen especial y las centrales afectadas por rentabilidad razonable.
d) Establecer un precio de la energía, que permita la programación del sistema, y destinar la diferencia entre el precio regulado y el del mercado de subasta a amortizar el déficit de tarifa aceptado previa auditoria.
e) Respecto a las centrales de ciclo combinado, nadie les ha dicho que las pongan. Si no compiten, si sobran, que las desmantelen. Si Iberdrola hace una central en Inglaterra por su cuenta y riesgo y no es rentable, se la come con patatas, ¿por qué aquí tiene que ser distinto?
f) Liberalizar el mercado de distribución. No puede ser que las distribuidoras mantengan unas inversiones en propiedad que cobran de la teta del mercado regulado sin ningún tipo de auditoria ni control. La distribución debe ir en aras de que las distribuidoras (que no tienen por qué ser las actuales) sean capaces de distribuir eficientemente la energía de unas redes de distribución a otras, no como en la actualidad, desde los grandes centros de producción por las redes de transporte y redes de distribución hasta el usuario final.
g) Regular un nuevo sistema de autoproducción, permitiendo el almacenamiento (cosa prohibida en la actualidad) para lograr disminuir paulatinamente las puntas de potencia en el sistema y aumentar su rendimiento por el suavizado de las pendientes de las puntas de arranque de equipos eléctricos conectados a la red.
h) Separar los costes de distribución de los de comercialización, de manera que si una comercializadora incurre en impagos a la distribuidora, no sea el usuario el que deba hacerse cargo de ese impago, como ocurre en la actualidad.
i) Mantener sistemas primados para facilitar la entrada de nuevas tecnologías en el sistema, potenciando su madurez, pero trabajando por tramos y limitaciones de potencia instalada, controlando burbujas y facilitando la creación de industria tecnológica.
j) Y el fracking... pues eso.
Sin embargo, nacionalizar significa expropiar (pagando la indemnización correspondiente) el sistema eléctrico y gestionarlo directamente como público. El coste inversor recae en el estado, propietario del sistema. El riesgo es muy alto, ya que hay un único operador (el estado) y unos costes enormes al no haber competencia (no se busca la eficiencia, sino el servicio social) y sobre todo, no se produce evolución, ya que las nuevas inversiones se encuentran comprometidas.
Yo soy más de un sistema regulatorio eficaz para todos los actores (inversores, consumidores y regulador) que el hecho de tener un único actor. Creo que Alberto Garzón se equivoca, ya que representa la esencia de Izquierda Unida, una esencia que limita su crecimiento. Quizá por eso Podemos les está pasando por la izquierda, por la derecha, por arriba y por abajo, porque están más por regular los mercados que por nacionalizarlos.
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g) Regular un nuevo sistema de autoproducción, permitiendo el almacenamiento (cosa prohibida en la actualidad) para lograr disminuir paulatinamente las puntas de potencia en el sistema y aumentar su rendimiento por el suavizado de las pendientes de las puntas de arranque de equipos eléctricos conectados a la red.
h) Separar los costes de distribución de los de comercialización, de manera que si una comercializadora incurre en impagos a la distribuidora, no sea el usuario el que deba hacerse cargo de ese impago, como ocurre en la actualidad.
i) Mantener sistemas primados para facilitar la entrada de nuevas tecnologías en el sistema, potenciando su madurez, pero trabajando por tramos y limitaciones de potencia instalada, controlando burbujas y facilitando la creación de industria tecnológica.
j) Y el fracking... pues eso.
Sin embargo, nacionalizar significa expropiar (pagando la indemnización correspondiente) el sistema eléctrico y gestionarlo directamente como público. El coste inversor recae en el estado, propietario del sistema. El riesgo es muy alto, ya que hay un único operador (el estado) y unos costes enormes al no haber competencia (no se busca la eficiencia, sino el servicio social) y sobre todo, no se produce evolución, ya que las nuevas inversiones se encuentran comprometidas.
Yo soy más de un sistema regulatorio eficaz para todos los actores (inversores, consumidores y regulador) que el hecho de tener un único actor. Creo que Alberto Garzón se equivoca, ya que representa la esencia de Izquierda Unida, una esencia que limita su crecimiento. Quizá por eso Podemos les está pasando por la izquierda, por la derecha, por arriba y por abajo, porque están más por regular los mercados que por nacionalizarlos.
Si quieres conocer más sobre mí, puedes leer mis novelas, (puedes informarte aquí) de estilo variado, desde el humor de "Por un puñado de polvos" hasta el género fantástico de "La muerte de Adam", pasando por la novela policíaca de "Crimen perfecto" o "El sueño español, sí se puede", sobre la corrupción en España, recientemente publicada. O mi última novela, "El final de la cuenta atrás" sobre la posibilidad de un ataque nuclear sobre Nueva York.
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