lunes, 24 de febrero de 2014

Ucrania, una patata caliente para Europa

Ucrania es el quinto productor mundial de patata, con cerca de 20 millones de toneladas del preciado tubérculo anuales, pero la última patata que ha cultivado se ha convertido en una patata caliente para una Europa que no se caracteriza especialmente por su buen hacer en relaciones internacionales, debido a que no existe una política de estado dentro de la Unión, que a todas luces es tan solo económica.

Ucrania está a caballo entre Europa y Rusia. Linda al oeste con varios países de la Unión como Hungría, Rumanía o Polonia, al norte con la enigmática Bielorusia, de la que únicamente sabemos que son rubios, y poco más, y al este con el gigante ruso, enfrascada en un crecimiento imperialista una vez soliviantada la crisis de aceptación de su pasado soviético, una crisis de identidad que le ha impedido crecer económicamente como su potencial podría haber indicado debido sobre todo a la corrupción y desorientación política de su población.

Y Ucrania mantiene unas relaciones económicas con Rusia que la hacen muy dependiente de ella. En la península de Crimea Rusia dispone de su flota naval accesible al Mediterráneo a través del Mar Negro, una base de importancia geoestratégica que a la nueva Rusia no le gustaría perder y menos a manos de una Comunidad Europea que basa su defensa en la OTAN, ya que supondría colocar demasiado cerca de sus fronteras a un hipotético enemigo con un potencial ofensivo a su altura.

Y Ucrania tiene un tejido industrial heredado de los tiempos del comunismo que se mantiene gracias a las relaciones comerciales tuteladas con Rusia. En cambio, para entrar en Europa, sería necesaria una reconversión industrial gigantesca, que posíblemente y tal y como deriva la Unión Europea en estos momentos, en los que el poder neoliberal campa libremente y sin control por su seno, se convertiría en un expolio del país, basado en la desmantelación de su industria y explotación de sus reservas de petróleo y gas, expolio que no s epuede decir que sea sin precedentes, ya que Grecia, Portugal o Malta entre otros ya lo han sufrido en mayor o menor medida.

La supuesta revolución ucraniana ha dividido al país y han ganado aquellos que miran con expectativas de una vida mejor a Europa, una Europa agotada en sus posibilidades de ayuda, que tan sólo puede ofrecer el expolio, y cuyas acciones estarán observadas con ojo crítico por Rusia, que no va a permitir ningún movimiento militar en falso por parte de Ucrania y de la UE, y que va a aprovechar todas las posibilidades de las que disponga para apoyar y ayudar a las facciones que les son fieles, y que no dudará en aprovechar el fracaso económico del neoliberalismo en ese país para poder afianzar su dominio en ella.

Porque no nos debemos olvidar de la realidad. y ésta, que como siempre es tozuda, nos recuerda que el presidente depuesto no era un sátrapa odiado por el pueblo, sino un presidente electo mediante sufragio universal en un país que reunía unas mínimas garantías democráticas, y que esta "revolución" debe ser refrendada en las urnas, en la que el voto silencioso tiene más poder que la violencia ruidosa.

Ahora bien... ¿Qué pasará si en las nuevas elecciones se reestablece en el poder al partido al que se ha echado mediante estas protestas? ¿Cómo reaccionarán ambas partes enfrentadas? La humillación de la derrota en las urnas de quienes han conseguido el poder violentamente puede traer consigo una desestabilización del país que incluso puede derivar en una fractura territorial en el que los movimientos claros de Rusia, y más diplomáticos de Europa podrían llegar a desembocar incluso en una guerra civil.

¿Y si quien gana las elecciones es el partido naranja? El espaldarazo a Rusia pondría a Europa en un compromiso sin precedentes, ya que si bien otros países limítrofes con Rusia se han unido a la Unión, esto ha ocurrido en tiempos pasados y sin tener la posición geopolítica de Ucrania, la puerta al gas de Europa.

En todo caso, Ucrania es una patata caliente para Europa en el momento menos indicado para tener un problema más.

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